7 de octubre de 2013

PONLE NOMBRE A ESTO

'Si uno ha visto esos ojos, no los olvida jamás. En ellos, incluso en los de aquellos que lograron cruzar, hay un abismo del que no puede imaginarse el fondo, cuando uno no ha vivido lo que vivieron sus propietarios. Son ojos oscuros, casi negros, y miran de frente y en un silencio tozudo, como no queriendo contar lo que han visto. Porque nadie puede remediarlo, y porque de nada sirve hablarle del dolor a quien no lo padeció en carne propia, a quien no conoce de primera mano su dentellada. 

(...) No tiene orillas el espanto de Lampedusa, que avergüenza al mundo pero sobre todo avergüenza a la Europa que cruzó en otro tiempo a África con consignas civilizadoras y protectoras, que encomendó aquella tarea a capataces pertrechados con una pasmosa soltura para olvidarse de aquellos hermosos principios y que ahora deja ahogarse a sus puertas a quienes desean compartir los beneficios de esa superior civilización que en su día les vendieron. 300 vidas borradas de un solo golpe, ante la mirada de un país y de un continente agarrotados entre sus declaraciones ampulosas y sus acciones cada vez más angostas, representan una catástrofe que no se deja delimitar. 
De todo el horror, sin embargo, emergen esos ojos. Los recuerda un miembro de los equipos de salvamento, de una mujer que se le escurrió y que ya exhausta se fue al fondo sin dejar de mirarle con esa pesadumbre resignada e infinita. El Mediterráneo es una fosa a la que una y otra vez se precipitan esos ojos negros y mudos, y donde con cada uno de ellos se hunde sin remedio nuestra decencia... '
Lorenzo Silva - El mundo 

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